lunes, 17 de enero de 2011

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Siempre pensé en los graffitis como 
tatuajes de una ciudad. Siguiendo la metáfora, las casas serían el órgano más extenso del cuerpo de edificios, que es la ciudad, y en sus paredes, los tatuadores de aerosol harían lo propio, a oscuras, clandestinamente. Hoy (por ayer, damn deictics) bajaba la rua do Bom Sucesso cuando vi este nuevo tatuaje. No tenía cámara (en rigor, cámara tenía; lo que no tenía eran baterías, porque Iberia me había demorado la valija en Madrid, pero eso es otro post), entonces le pedí el iphone a Alfred y saqué la foto. Qué bello le queda este garabato a la piel de iguana de la esquina del semáforo eterno de este rincón de Massarelos.


Son miradas que van inmortalizando a la ciudad, los dos meses que me quedan para verla con el rabillo o descubrir lo nuevo o verlo como tal. Verlo con los ojos, decía hace mucho tiempo.

Hola, Porto.

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