lunes, 20 de junio de 2011

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Hora dorada - Manarola - Cinque Terre:

El segundo día, fuimos a la cuarta de las cinco, Manarola. A la segunda, Vernazza, la conocimos primero y la llamamos casa; ahí comimos focaccia di recco de costa al mar. De Vernazza a Monterosso al Mare, caminamos un sendero irregular por la vera del mar de Liguria y llegamos a la más grande de las cinco. Día 1. Ayer. Resort con sabor a Casablanca.

Día 2, saqué esta foto, pero antes de la foto, fuimos primero a la tercera tierra. Hasta Corniglia, fuimos en el tren que atraviesa las montañas. El recorrido es circular: hay estación y después hay mar y después hay hueco oscuro y húmedo y después hay mar y después hay estación. Para llegar a la ciudad, subimos muchas escaleras y para llegar al mar, las bajamos enseguida. Nadamos desde el muelle hasta una roca; no abrimos los ojos, pero intuimos que entre los dedos que abrían el agua clara pasaban mil pececitos de colores; después nos sentamos en una roca, verdín, cangrejo y nosotros. 

El camino de Corniglia a Maranola estaba cerrado. Desde ese camino, se tenía esta vista. Entramos a la cuarta tierra, Manarola, como bárbaros sigilosos a la hora de la siesta, por atrás, con la ciudad desprevenida y secando repasadores al sol. Bajamos la calle que da al muelle, sólo imaginando más mar y más agua clara y más pececitos y rocas donde descansar el nado y compartir asiento con la fauna, pero encontramos más cornisa y menos muelle. Parecía que el camino a Corniglia al final de cuentas no estaba cerrado (estaba cerrado, pero la testarudez del bárbaro sigiloso...), y desde la puntita más austral que alcanzamos a recorrer por ese camino cerrado, se asomó esto: 



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